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domingo, 23 de marzo de 2008

Florencia

Si se viaja a Florencia por placer, es siempre un regalo un poco más lujoso que si el viaje es a cualquier otro lugar (exceptuando Roma). La cantidad de obras de arte en pintura, escultura, arquitectura religiosa y civil, y también de artes menores, es apabullante. Parece que en sus calles y en sus palacios y edificios, en las representaciones pictóricas, etc., está escrita la historia de una época importante de nuestra evolución social, religiosa, política… pero solo lo parece. Como suele ocurrir, las mujeres estamos ausentes. Es como si no hubiéramos vivido; como si lo que hubiéramos hecho hubiera sido irrelevante; como si se pudiera vivir sin mujeres.
Junto a esta ausencia tenemos que sufrir la presencia insultante de gente innoble, como toda la caterva de religiosos y de políticos, politiquillos y politicastros que hicieron la vida más dura a quienes tuvieron la desgracia de padecerles. Y no solo más dura, sino imposible, como hizo el malvado Savonarola, un monje integrista y cruel, que supo sacar de los peores, lo peor de si mismos, y de quien se conservan un montón de cosas, cosas que los turistas consumen sin empacho.
El rastro de las mujeres es escaso, pero existe y debemos marcarlo con un color violeta que lo haga visible para quienes viajen a esta espléndida ciudad. Una buena manera es comenzar por los muros de la ciudad. Les explico.
En la Librería delle donne, Via Fiesolana, 2 b, libreriadonne@iol.it, una buena librería, en la que además de libros hay una interesante actividad cultural, encontramos el libro "Donne di pietra, Storie al femminile “scolpite” sui muri di Firenze", de Elena Giannarelli y Lorella Pellis, (4ª ed., Pagnini Editore, Firenze 2006), en el que cuentan la historia de cuarenta y ocho mujeres de las que han encontrado placas en las calles y edificios de Florencia. El número de mujeres reseñadas es muy reducido, pero es una buena idea. De hecho, al mirar por las paredes de Florencia hemos descubierto a unas cuantas más mujeres de las que aparecen en ese libro.
También hemos buscado mujeres con nombre propio representadas en cuadros y esculturas, como por ejemplo Catalina Benincasa, Santa Catalina de Siena, en un precioso cuadrito de Fra Bartolomeo, en el Museo de San Marco. Hay pocas, pero hay.
Sin embargo, donde más escasez de mujeres encontramos es en el ámbito de la creación.
Por ejemplo, en la Galería Palatina del Palacio Pitti se pueden contemplar actualmente dos obras de Artemisia Gentileschi (solo dos: la "Magdalena" y "Giuditta") y una en la Galería de los Ufizzi "Judit decapitando a Holofernes". Aunque estas pinacotecas tienen más obras suyas, no se exponen. En la Galería de Arte Moderno, en el Palacio Pitti, hay una sala en la que se pueden ver varias obras de la pintora Elisabeth Chaplin.
Y poco más.
Creo que las mujeres debemos exigir que nuestra presencia en las manifestaciones artísticas y conmemorativas de las ciudades sea un hecho, que no solo aparezcamos en “obras de arte” en las que estamos tiradas en la cama o en cualquier otro lugar, eso sí, desnudas, o semidesnudas.
Recuperar la historia llevará un poco de tiempo, pero si insistimos en la necesidad de ser presentadas como merecemos, lo conseguiremos sin ninguna duda.
Para el próximo viaje no olviden incluir en el equipaje las gafas de color violeta.

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