Ayer se clausuró la XXI Semana negra de Gijón, que, según la propaganda de la cosa “es la única semana que dura diez días y es un acontecimiento multicultural y multiétnico”. Y masculino, hay que añadir.
No hay duda de que la Semana Negra tiene un gran éxito popular, así lo atestigua el millón de visitantes que acudió en esta edición. Además la carencia de episodios violentos hace que pase por ella todo el mundo. Incluso acuden adolescentes, con el beneplácito de sus madres que perciben la seguridad que hay en todo el recinto, pese a la gran afluencia de público y la discretísima presencia policial.
La SN combina las atracciones de feria con los chiringuitos y los puestos de venta de todo tipo de artículos. Pero lo que quizá la hace diferente de todas las demás ferias, es que pretende darle protagonismo a los libros y a los escritores, sí escritores, de género negro.
De los 182 escritores que participaron a lo largo de toda la semana, solo 20 eran mujeres. Hubo 122 presentaciones de libros y solo 14 eran de mujeres. Por supuesto, las mesas de presentación estaban constituidas en su gran mayoría por varones ( a veces seis o siete).
El apartado de premios también es para analizar. Se otorgan varios, en diversas categorías. Este año, como los anteriores, ha ocurrido esto:
Premio Hammett: 5 finalistas, solo 1 mujer
Premio Espartaco. 7 finalistas, solo 1 mujer
Memorial Silverio Cañada: 2 finalistas, ninguna mujer
Premio Rodolfo Walsh: 3 finalistas, ¡2 mujeres!
Premio Celsius 232: 5 finalistas, ninguna mujer
Como es un “evento cultural”, se regalan libros. En esta edición se regalaron, “seis que son siete”, pues bien ninguno escrito por una mujer. En el de dos tomos, “el libro de Pepsi”, que habla de muchas personas, solo han encontrado a tres mujeres para hablar de ellas.
La semana comienza en realidad a las cinco de la tarde con una charla entre escritores de cara al público. En esta edición se habló sobre todo del mal. De los doce o trece participantes, con suerte había dos mujeres, generalmente una, a la que no se le daba cancha nunca, es decir, cuando una de ellas hablaba para poner orden, el siguiente que intervenía decía, por ejemplo: yo quiero retomar lo que decíamos ayer…, o: como dijo antes fulanitín…
Por lo general los escritores, después de una copiosa comida (no voy a hablar de la bebida, pero seguro que no era agua) se presentaban en la Carpa de Encuentro con lo puesto, es decir, salvo honrosas excepciones, decían lo primero que se les ocurría, sin orden ni concierto. Así, tuvimos que soportar a un jovencete que aseguraba, hablando del fascismo, que todos teníamos que pelear con el lado oscuro que hay en nuestro interior, lo que hizo que Juana Salabert interviniera vehementemente asegurando que ella no tenía ese peligro y que no le parecía que fuera generalizado. Todos cerraron filas en torno al niñato, el quería decir en realidad que…, por supuesto todos eran antifascistas sin fisuras…, para acabar al cuarto de hora hablando otra vez de la tentación del lado oscuro, que tenían que vencer continuamente. Incluso el propio director de la SN aseguró que estaba a favor de la pena de muerte, que él mismo apretaría el botón para acabar con los de Nuremberg… declaración que hizo que algunos de sus amigotes se apresurara a decir que se trataba más o menos de una boutade, pero el director insistió en que lo haría sin dudarlo. Y así todo el rato.
Además, las formas, en general dejaron bastante que desear: fumaron en las mesas y bebieron continuamente (agua, cerveza, refrescoles…), dijeron tacos, hicieron gala de camaradería entre ellos, etc., etc., además de tener un gusto excesivo por temas como las putas, la prostitución y similares, de manera que en una ocasión un adolescente preguntó ¿pero que les pasa a estos escritores con las putas?. Otro ejemplo: en la presentación de libros sobre la Edad Media, además de asegurar estúpidamente que las mujeres gozaban de mucha libertad en aquella época, hablaron todo el rato de putas, explicaron torpemente la expresión "ir de picos pardos", y se extendieron en el derecho de pernada, perdiendo la oportunidad de hablar de la génesis de las nacionalidades, por ejemplo, y, en general, perdiendo la oportunidad de ofrecer actos culturales de calidad.
No hay duda de que la Semana Negra tiene un gran éxito popular, así lo atestigua el millón de visitantes que acudió en esta edición. Además la carencia de episodios violentos hace que pase por ella todo el mundo. Incluso acuden adolescentes, con el beneplácito de sus madres que perciben la seguridad que hay en todo el recinto, pese a la gran afluencia de público y la discretísima presencia policial.
La SN combina las atracciones de feria con los chiringuitos y los puestos de venta de todo tipo de artículos. Pero lo que quizá la hace diferente de todas las demás ferias, es que pretende darle protagonismo a los libros y a los escritores, sí escritores, de género negro.
De los 182 escritores que participaron a lo largo de toda la semana, solo 20 eran mujeres. Hubo 122 presentaciones de libros y solo 14 eran de mujeres. Por supuesto, las mesas de presentación estaban constituidas en su gran mayoría por varones ( a veces seis o siete).
El apartado de premios también es para analizar. Se otorgan varios, en diversas categorías. Este año, como los anteriores, ha ocurrido esto:
Premio Hammett: 5 finalistas, solo 1 mujer
Premio Espartaco. 7 finalistas, solo 1 mujer
Memorial Silverio Cañada: 2 finalistas, ninguna mujer
Premio Rodolfo Walsh: 3 finalistas, ¡2 mujeres!
Premio Celsius 232: 5 finalistas, ninguna mujer
Como es un “evento cultural”, se regalan libros. En esta edición se regalaron, “seis que son siete”, pues bien ninguno escrito por una mujer. En el de dos tomos, “el libro de Pepsi”, que habla de muchas personas, solo han encontrado a tres mujeres para hablar de ellas.
La semana comienza en realidad a las cinco de la tarde con una charla entre escritores de cara al público. En esta edición se habló sobre todo del mal. De los doce o trece participantes, con suerte había dos mujeres, generalmente una, a la que no se le daba cancha nunca, es decir, cuando una de ellas hablaba para poner orden, el siguiente que intervenía decía, por ejemplo: yo quiero retomar lo que decíamos ayer…, o: como dijo antes fulanitín…
Por lo general los escritores, después de una copiosa comida (no voy a hablar de la bebida, pero seguro que no era agua) se presentaban en la Carpa de Encuentro con lo puesto, es decir, salvo honrosas excepciones, decían lo primero que se les ocurría, sin orden ni concierto. Así, tuvimos que soportar a un jovencete que aseguraba, hablando del fascismo, que todos teníamos que pelear con el lado oscuro que hay en nuestro interior, lo que hizo que Juana Salabert interviniera vehementemente asegurando que ella no tenía ese peligro y que no le parecía que fuera generalizado. Todos cerraron filas en torno al niñato, el quería decir en realidad que…, por supuesto todos eran antifascistas sin fisuras…, para acabar al cuarto de hora hablando otra vez de la tentación del lado oscuro, que tenían que vencer continuamente. Incluso el propio director de la SN aseguró que estaba a favor de la pena de muerte, que él mismo apretaría el botón para acabar con los de Nuremberg… declaración que hizo que algunos de sus amigotes se apresurara a decir que se trataba más o menos de una boutade, pero el director insistió en que lo haría sin dudarlo. Y así todo el rato.
Además, las formas, en general dejaron bastante que desear: fumaron en las mesas y bebieron continuamente (agua, cerveza, refrescoles…), dijeron tacos, hicieron gala de camaradería entre ellos, etc., etc., además de tener un gusto excesivo por temas como las putas, la prostitución y similares, de manera que en una ocasión un adolescente preguntó ¿pero que les pasa a estos escritores con las putas?. Otro ejemplo: en la presentación de libros sobre la Edad Media, además de asegurar estúpidamente que las mujeres gozaban de mucha libertad en aquella época, hablaron todo el rato de putas, explicaron torpemente la expresión "ir de picos pardos", y se extendieron en el derecho de pernada, perdiendo la oportunidad de hablar de la génesis de las nacionalidades, por ejemplo, y, en general, perdiendo la oportunidad de ofrecer actos culturales de calidad.
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