Iusti vivent in aeternum
Susan Rosenblatt nació en Nueva York, el 16 de febrero de 1933, en una familia que no se comportó como una familia cariñosa. El padre, alcohólico, murió pronto y su madre se casó con Nathan Sontag. De inteligencia excepcional, desde niña era lectora compulsiva. Estudió en las Universidades de Chicago y Connecticut. Muy joven se casó y el 28 de octubre de 1952 dio a luz a su único hijo. No fue una madre tradicional y siguió estudiando en Harvard, donde se graduó en Filosofía y Letras en 1957. Viajó a París, donde residió un año y esta estancia le dejaría el gusto por lo europeo para siempre. Se divorció a su vuelta a América y comienza su vida de escritora y de crítica cultural, provocando una verdadera revolución en los medios culturales neoyorkinos.
Su análisis de la cultura resultó revitalizante, aunque para algunos fue demasiado revulsiva y procuraron desacreditarla, sin embargo su fuerza, su erudición y la finura de sus análisis, hizo que fuera cada vez más respetada. Alguno de sus artículos, como el dedicado a lo camp, además de esclarecedor, creó escuela. Además de crítica cultural escribió algunas novelas y también hizo algunas películas. Además montó algunas obras de teatro, como Esperando a Godot en los Balcanes, cuando eran asolados por la guerra, para elevar la moral de la población.
Sus ensayos consiguieron que la realidad se percibiera de otra manera, es decir, fue capaz de ver lo que se nos oculta y lo mostró para que pudiéramos vivir una vida más digna. Quizá la palabra que mejor la define es la de compromiso.
En su último libro “Ante el dolor de los demás” nos pone delante de las fotografías y las imágenes televisivas de la guerra y denuncia el infantilismo moral de quien se hace cruces por la maldad humana, fingiendo que no sabe que el horror está aquí.
En “Ante el dolor de los demás” escribe:
No podemos dejar que Susan Sontag caiga en el olvido. Es una referencia obligada a la hora de analizar nuestra sociedad.Toda memoria es individual, no puede reproducirse, muere con cada persona. Lo que se denomina memoria colectiva no es un recuerdo sino una declaración: que esto es importante y que ésta es la historia de lo ocurrido, con las imágenes que encierran la historia en nuestra mente.
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