“Una fiesta no es una explosión espontánea en la cual nos liberamos de las obligaciones sociales. Toda fiesta exige ser preparada larga y cuidadosamente (…) La fiesta precisa de la solemnidad de la espera y de la preexistencia” (p.49). Así comienza la filósofa suiza Jeanne Hersch su texto titulado “Fiestas”[i], y tenemos que darle la razón. Continúa nuestra filósofa: “La fiesta se repite, pero no aburre. Todo lo contrario. La repetición le conviene y no excluye en modo alguno la sorpresa. (…) La fiesta se repite sólo en apariencia. En realidad se trata siempre de la misma fiesta.
Sin embargo, para vivir esta fiesta única a través de la repetición, para experimentar cada año de nuevo la sorpresa en toda su frescura, hace falta un don. La fiesta no es para cualquiera.” (p. 52)
Las mujeres estamos acostumbradas a celebraciones de grandes eventos y celebraciones de exaltación de grandes personalidades. En estas celebraciones solemos llevar la peor parte, entendiendo por la peor parte el preparado de ropas adecuadas, para toda la familia, preparación de comidas pantagruélicas, adecuación de la casa para recibir visitas, si es el caso, preparación de los currículos de los grandes oradores que protagonizarán los actos conmemorativos, etc., etc., y generalmente no tomamos parte en lo gratificante: ser las homenajeadas.
Hoy, martes y 13, deberíamos celebrar el primer centenario del nacimiento de Jeanne Hersch, filósofa suiza nacida el 13 de julio de 1910 en Ginebra y fallecida en esa misma ciudad el 6 de enero de 2000. Pero no vivió exclusivamente en su ciudad natal.
Estudiante de filosofía, primero en Ginebra y luego en Alemania (Heidelberg, entre otros enclaves míticos de la filosofía) y Paris, para acabar dando clases de filosofía en USA y, de nuevo vuelta a Ginebra.
Comenzó siendo discípula de Karl Jaspers y derivó hacia los Derechos Humanos, llegando a dirigir la nueva división de filosofía de la UNESCO, en 1966 y en 1970 representa a Suiza en el Consejo Ejecutivo de dicho organismo.
“El derecho de ser un hombre”, de 1968 es un libro que marcará su trayectoria futura, tanto en su obra como en su profesión, pues dedicará sus esfuerzos a la consecución universal de los Derechos Humanos.
Es un poco irónico que las mujeres, que solemos ocuparnos activamente de la consecución de los Derechos Humanos para todo el mundo, suframos un déficit importante, hasta tal punto que incluso Amnistía Internacional tiene que reconocerlo.
Últimamente a cualquier filósofa que escucho, siempre acaba pidiendo derechos Humanos para nosotras, como Vandana Shiva, Marcela Lagarde, Amelia Valcárcel…
Así, pues, celebremos el primer centenario del nacimiento de Jeanne Hersch, abanderada de los Derechos Humanos.
[i] El texto se encuentra en la obra de Jeanne Hersch “El nacimiento de Eva”, Edit. Acantilado, Barcelona 2008.
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