Nacida el 25 de enero de 1477, solo vivió 36 años, falleciendo el 9 de enero de 1514. En este poco tiempo de vida, estuvo embarazada 14 veces y solo vio sobrevivir a dos de sus hijos. Pese a las malísimas condiciones de vida que tuvo que soportar, se dedicó con denuedo a aprender: no solo sabía leer y escribir en francés. Aprendió latín, griego y hebreo, además de los conocimientos propios de su sexo como canto, danza, música, pintura, poesía y bordado, todo ello de la mano de una dama de gran cultura y talento, Françoise Dinan.
Mori potius quam fedari. “Antes la muerte que la mancha.” Esta era su divisa y a ella ajustó su corta pero fecunda vida.
Muy inteligente, políglota, con una extensa biblioteca en varios idiomas, hizo levantar un monumento funerario para su madre y su padre que aun hoy sobrecoge por su belleza, y que actualmente se encuentra en la Catedral de Nantes. Este mausoleo es una magnífica obra de arte, que incluye, velando a los difuntos, cuatro esculturas de tamaño más que natural que representan a las cuatro virtudes, con los símbolos que atestiguan que Ana conocía el saber antiguo. Por cierto, se dice que la Justicia, que lleva la corona ducal, es un retrato de Ana de Bretaña.
Además de esta tumba, mandó elaborar un Libro de las Horas, conocido como el Libro Negro de las Horas de Ana de Bretaña, que es una verdadera joya.
En este pasado mes de agosto estuve durante la segunda quincena, callejeando por Bretaña y el valle del Loira. Allí, como en todas partes, por lo demás, la presencia de mujeres en nombres de calles, placas conmemorativas, estatuas, etc., es mínima. Aún así encontré alguna cosilla.
Ana de Bretaña es la que tiene alguna presencia, al menos en Nantes, como la estatua que hay frente al Castillo Ducal, y se puede ver su rostro incluso en tazas y cajas de galletas.
En la Catedral, frente a la tumba de Margarita de Foix y Francisco II se encuentra una lápida dando cuenta de la presencia de los restos mortales de la preceptora de Ana de Bretaña, Françoise Dinan, natural de Châteaubriant, localidad en la que pude ver, gracias, a la amabilidad de una vecina del lugar, una placa con el nombre de Sophie Trébuchet, nantesa, conocida por ser madre de, sin que se le conceda ningún otro valor.
Aunque son bastantes las nantesas que merecen placas y monumentos no vi ninguno de la filósofa Clémence Royer, (Nantes 1830-1902), de la deportista Alice Milliat (Nantes 1884.1957), que consiguió que las mujeres participaran en los Juegos Olímpicos; de la fotógrafa Claude Cahun (Nantes1894-1954); de la historietista Claire Bretécher (Nantes 1940); de la pianista France Clidat…
Parece como si en el mundo no hubiera mujeres. Si hubiera un desastre mundial que dejara solo las cosas muertas en pie, en las civilizaciones posteriores tendrían que pensar que las mujeres existíamos en un número reducidísimo, porque nuestra presencia en el papel, la piedra y el metal es prácticamente inexistente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario