El Cañete ese, el millonario que se presenta a europarlamentario,
dice que no es tonto, como nos pareció, sino que no quiso hacer gala de su
superioridad intelectual ante una mujer, para no ser acusado de machista. No me
gusta la palabra machista, prefiero el término técnico, sexista. Y este sujeto
es sexista, cosa que está prohibida por nuestra Constitución, como el racismo,
pongo por caso. Y el sexismo es igual de odioso que el racismo. Pero él y sus secuaces
y secuazas siguen tan orondos. Incluso el inefable Maruenda habla, como hace siempre
por lo demás, de que el tipo es
abogado del estado y bla, bla, bla, haciéndose el tonto, como que no sabe que
el Cañete este pertenece a una generación en la que solo estudiaban los que tenían
posibilidades económicas y que como había una sequía tremenda de cuadros medios
y superiores, aprobaban las carreras y las oposiciones todos aquellos que se
matriculaban y se presentaban a la oposición. Por esa razón tantos sujetos
analfabetos reales tienen pomposos títulos universitarios y cargos, carguitos y
carguetes. La realidad de la cosa es que estos sujetos tienen pasta (y, por
cierto, últimamente estamos viendo que nuestra pasta desaparece al ritmo que aumenta
la de otros. ¿será envidia lo que tenemos?)
Creo que tenemos que pedir responsabilidades a todos y cada
uno y cada una de los votantes,
afiliados y simpatizantes de la zafiedad de sus ¿argumentaciones? para “sostenella
y no enmendalla” y seguir sosteniendo una supuesta superioridad masculina, que
si nos fijamos en quien la presume, es absolutamente fantasiosa.
Porque, además, no solo piensan que las mujeres (¿hablarán
por las suyas?) tenemos escasa capacidad intelectual, sino que están
convencidos que la pasta y el poder es sinónimo de superioridad intelectual.
Pero no, Cañete, la fuerza, cualquier tipo de fuerza, ya sea
del mamporro, del robo o del insulto, no es garantía de superioridad
intelectual. ¿No lo sabía?
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