El diario El País me sacó de la modorra.
Va y publica el domingo un informe de un académico de la lengua (que tiene para ser académico como único mérito tener gónadas masculinas, porque como las tuviera femeninas estaría en su casa pintándose las uñas), pues dice el sujeto éste que la lengua no es sexista, bla, bla, bla… y bla, y lo que dice lo suscriben otros 26 sujetos del mismo pelaje, que pierden el tiempo sacándole faltas a los manuales para un uso no sexista de la lengua, en lugar de ponerse a la labor y hacer lo que tienen que hacer, que es conseguir que se hable con corrección.
El personal brama y El País recuerda que es un periódico progresista y entonces va y se despacha el lunes, con un recuadrito en portada hablando de que por fin, dice, ¡hay debate!, como si no dependiera de El País que hubiera o no debate. Para empezar no contrata a mujeres, y los opinadores que tiene en nómina son una aplastante mayoría varones, y les importa tanto el uso no sexista de la lengua que hacen exclusivamente un uso sexista de la lengua.
Además del recuadrito de la portada, dedica casi dos páginas en el interior, en el que se muestran distintas opiniones al respecto y solo hace el tonto a base de bien el ¿escritor? Enrique no sé qué guión no sé cuántos, que hace los chistecillos propios de los indocumentados.
Le cogió gusto a la cosa y el martes sigue “debatiendo”, El País, digo.
El miércoles toca hablar del imán que explica cómo hay que maltratar a las mujeres y lo malísimo que es eso, y a continuación da cifras de paro y cuenta con pelos y señales cómo la reforma laboral nos va a poner a las mujeres aún peor de lo que estamos: flexibilidad para nosotras, media jornada para nosotras, jornada flexible para nosotras, despidos el primer año para nosotras, jubilación menor para nosotras y claro que sí, mayor trabajo no remunerado para nosotras.
Pues esto no le hace a El País tomar nota: seguirá contratando solo a varones, ninguneando a las mujeres, y pensando que están bien como adorno o como trabajadoras a tiempo total en su casa. Seguirá hablando mal del feminismo, haciendo como que los cambios logrados son de “los tiempos” o de “los agentes sociales” o de cualquier otra bobada que se le ocurra al lumbrera de turno que haga su articulillo.
A todo esto hay que sumar la realidad cotidiana, que se empeña en demostrar que las leyes universales de la estupidez de Carlo M. Cipolla están tan vigentes como siempre.
Y dificultades extra para abortar, añado yo.
Encima hay que oír al ministro de justicia decir que se ejerce violencia de género contra la embarazadas, de modo y manera que las pobres embarazadas se ven en la penosa obligación de abortar, por el maltrato que supone la libertad de abortar.
Hoy es ocho de marzo y nada hace pensar que quien tiene algún tipo de poder, poderín, podercete o lo que sea, vaya a mostrarse clemente con las mujeres, vaya a reconocer que tienen los derechos de los seres humanos, vaya a trabajar para conseguir que no se abuse sistemática y reiteradamente de todas las mujeres de cualquier edad, estado o condición. Seguirán dándole al rollo de la lengua para que no se nos nombre, para que sigamos siendo inexistentes para la sociedad, para la historia, para nosotras mismas incluso. Los muy necios.
Así que estoy harta, si.
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